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¿Revolución o colonización? Los bancos han invadido la tokenización en Europa

  • Foto del escritor: Franco Fernandez
    Franco Fernandez
  • hace 2 días
  • 22 Min. de lectura

La tokenización nació como una promesa casi romántica: sacar a los bancos de en medio. Un sistema financiero sin guardianes, sin peajes, sin pedir permiso a nadie. En teoría, cualquiera podría mover su dinero igual que envía una foto por WhatsApp. Pero en Europa ha pasado justo lo contrario: los mismos de siempre han bajado a la arena, se han puesto la chapa de “innovación” y están usando la tecnología que iba a dejarles sin negocio para reforzar el suyo. La pregunta incómoda es sencilla: si la tokenización iba a liberarte de los intermediarios… ¿por qué ahora todo pasa otra vez por ellos?


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Detrás de la palabra “tokenización” ya no están los frikis cripto del principio, sino grandes bancos, custodios, CSDs y fondos institucionales que han tomado el control de la infraestructura. Lo que se vendió como una revolución “tipo cripto”, abierta y sin permiso, en Europa se ha convertido en un sistema controlado, con tornos y vigilantes: blockchains privadas o semiprivadas, acceso restringido y todo bajo la misma regulación de siempre. Un informe internacional de IOSCO de 2025 lo reconoce sin rodeos: la mayoría de proyectos de tokenización son más evolución que revolución, encajan dentro de las estructuras financieras existentes en vez de sustituirlas.


En este artículo vamos a bajar todo eso a tierra: cómo los bancos están colonizando la tokenización en Europa, qué parte de la promesa cripto se ha perdido por el camino y qué implica esto para cualquier startup de DeFi o tokenización que quiera operar en la UE y en España sin que la aplaste el regulador.

 

De la utopía cripto a la conquista bancaria

Hace una década, la tokenización sonaba a ciencia ficción libertaria: convertir acciones, bonos o casas en tokens en una blockchain pública y mandar al museo a los intermediarios. ¿Para qué un banco custodiando tus acciones si un simple token en Ethereum podía demostrar que eran tuyas? ¿Para qué una cámara de compensación si una stablecoin hacía la liquidación al instante? El sueño era claro: adiós custodios, adiós colas, adiós pedir permiso. La utopía cripto prometía una gran limpieza del sistema financiero: “muerte a los intermediarios”.


Pero la realidad de 2025 es más fría: los tokens que están triunfando hoy llevan apellido institucional. Los bancos no solo no han sido desplazados; han pasado a ser los arquitectos y guardianes de la nueva infraestructura. Sí, blockchain… pero supervisada. Sí, tokens… pero custodiados por los mismos de siempre. Sí, modernización… pero con ellos sentados en primera fila.


El informe IOSCO 2025 indica que este año la mayoría de activos financieros tokenizados son económicamente idénticos a los de siempre. ¿Revolución descentralizadora? Más bien una conquista silenciosa. Las instituciones han heredado el discurso de la eficiencia (“DLT para reducir fricciones”) pero lo han puesto al servicio de su propio orden. Han plantado sus propias redes cerradas, con nodos permisionados, smart contracts supervisados y activos digitales que parecen nuevos pero obedecen a la misma lógica de siempre. La fantasía de un sistema paralelo, abierto y sin permisos se va desvaneciendo mientras crece una blockchain corporativa que promete innovación… sin subversión.

 

Infraestructuras cerradas: blockchains privadas y “walled gardens”

Uno de los pilares de esta colonización es muy simple: quien controla la infraestructura, controla el juego. En vez de usar cadenas públicas y sin permisos (como Ethereum o Solana), donde cualquiera puede participar, los grandes actores están montando blockchains privadas o redes semiprivadas. Son jardines amurallados (walled gardens): solo entra quien está en la lista. Solo entidades autorizadas pueden validar transacciones, custodiar activos o, a veces, incluso ver lo que pasa dentro. Esto hace que te quedes con la velocidad y la automatización de la DLT (transferencias casi instantáneas, smart contracts, etc.), pero se tira por la borda lo que hacía especial a todo esto: la apertura y la descentralización real.


Ejemplos no faltan. Euroclear, uno de los mayores depositarios de valores de Europa, ha lanzado su plataforma D-FMI para emitir y liquidar bonos digitales. ¿La arquitectura? Blockchain privada y con permisos: Euroclear y un puñado de participantes aprobados controlan los nodos y deciden quién juega. El informe de IOSCO explica que tanto Euroclear como SIX Digital Exchange (SDX, en Suiza) operan con cadenas privadas y con procesamiento determinista: cuando una transacción se asienta en el libro mayor, es final e inmutable. Perfecto para la “certeza de liquidación”, sí… pero el público no pinta nada ahí: no hay mineros abiertos, ni validadores voluntarios, ni usuarios de a pie. Solo jugadores identificados y filtrados.


El caso del Banco Asiático de Inversión en Infraestructuras (AIIB) lo ilustra bien: en 2024 emitió un bono digital de 300 millones de dólares (luego ampliado a 500 millones) usando la DLT de Euroclear. Una emisión “histórica”, pero dentro del corralito privado de una infraestructura bancaria. La red de Euroclear no es Ethereum: aquí cada participante estaba aprobado uno por uno – desde los lead managers (Citi y compañía) hasta el emisor y los custodios.


Incluso cuando los grandes optan por usar blockchains públicas, imponen capas de permiso encima. Un caso paradigmático es el de Franklin Templeton. Su Franklin OnChain U.S. Government Money Fund, un fondo monetario tokenizado, emite tokens en redes públicas (llegó a operar en hasta 8 cadenas incluyendo Stellar), pero no cualquiera puede transferir o custodiar esos tokens. La gestora creó un sistema permisionado sobre blockchains abiertas: las wallets deben estar whitelisteadas (aprobadas) y un agente de transferencias central tiene control total sobre el registro.


De hecho, ese agente puede anular transacciones erróneas o no permitidas, e incluso reponer tokens si un inversor pierde sus claves privadas. Es decir, donde la tecnología cripto original diría “lo siento, si perdiste la clave perdiste el dinero”, en este fondo institucional la respuesta es “no te preocupes, el intermediario lo soluciona”.


La libertad sin custodia que pregonaba Bitcoin desaparece en este modelo. Vuelven por la puerta grande la reversibilidad, la custodia delegada y la intervención humana en cada punto crítico, porque así lo exige el marco regulatorio y operativo de siempre. Si te equivocas, no manda la cadena: manda el intermediario.

BlackRock, con su fondo tokenizado BUIDL, juega exactamente ese partido. Los tokens representan participaciones en un fondo de liquidez en dólares y viven en Ethereum, Polygon y otras redes, pero no son “tuyos” al estilo cripto: la emisión y las transferencias están en manos de Securitize (agente registrado ante la SEC) y de custodios gigantes como BNY Mellon y BitGo. La entrada no es libre: solo clientes cualificados, solo entidades filtradas.


BUIDL se ha expandido a siete blockchains por eficiencia, pero en todas se cumple la misma norma no escrita: el dinero solo se mueve entre carteras verificadas.


Esta apuesta por redes cerradas no es casualidad, responde a intereses muy claros. Primero, controlar quién entra y qué se ve: en una red con permisos no hay curiosos, no hay público mirando, no hay “nodos rebeldes” cuestionando nada. Solo participantes filtrados y bien identificados. Segundo, hacer la vida fácil al regulador: si sabes exactamente quién valida y quién mueve qué, es mucho más sencillo bloquear operaciones “no deseadas”, aplicar sanciones o cumplir a rajatabla con KYC/AML. Tercero, quitarse de encima los problemas técnicos de las cadenas públicas: congestión, bifurcaciones, consumo energético, guerras de mineros, etc.

El propio IOSCO reconoce que muchos operadores prefieren DLT privadas porque las públicas arrastran problemas de escalabilidad, riesgo de forks y concentración de poder en la minería. Paradójicamente, las redes privadas caen en el mismo pecado: también concentran el poder, solo que en “un número definido de partes”, es decir, en un mini-oligopolio de validadores bien conocidos.


Lo que se suponía que la tecnología venía a romper, se ha reconstruido con otro nombre. Pero desde la óptica bancaria es lógico: mejor un círculo cerrado de validadores amigos que un enjambre de mineros anónimos decidiendo el consenso sin pedir permiso.


El resultado neto es claro: la infraestructura blockchain en finanzas se está fragmentando en feudos corporativos. Cada gran entidad monta su DLT cerrada (o consorcio) – ahí tenemos a JP Morgan con su red Onyx/Kinexys, SIX con SDX, Euroclear con D-FMI, Deutsche Börse y partners con 360X, etc. – y la interoperabilidad entre ellas brilla por su ausencia.


Custodia y control

Un pilar fundamental de la ideología cripto era la autocustodia: “tus llaves, tus monedas”. Pero en el ecosistema tokenizado institucional, esa filosofía ha sido prácticamente desterrada. La custodia de los tokens se mantiene en manos de intermediarios financieros, como siempre, y por buenas (o malas) razones. Los reguladores, IOSCO incluido, advierten que si los inversores retienen directamente la custodia de sus propios tokens sin pasar por un custodio profesional, se introducen riesgos únicos de pérdida o fraude difíciles de mitigar.


En otras palabras, se prefiere prevenir que un ahorrador pierda su bono tokenizado por un hack o descuido, aunque eso signifique que no lo tenga realmente “en el bolsillo”, sino en la caja fuerte digital de un banco.

Así, en las estructuras tokenizadas que proliferan, siguen existiendo custodios, solo que ahora son custodios “cripto”. Puede ser el mismo banco de siempre adaptado, o nuevos custodios especializados con licencias (ej. Anchorage o BitGo actuando junto a bancos tradicionales en el fondo BUIDL de BlackRock). El principio es idéntico al del mercado de valores actual: tus acciones están “en custodia” en un banco o broker; pues tus tokens también. De hecho, muchas implementaciones DLT optan por modelos híbridos: el inversor tiene una wallet personal, pero gestionada o supervisada por un custodio. Por ejemplo, un banco custodio puede gestionar claves privadas en nombre del cliente y validar sus transacciones en la red DLT, casi como si fuera un subregistro dentro de la cadena.


España ha consagrado esta figura del custodio/registrador en su legislación. La Ley 6/2023 de Mercados de Valores y Servicios de Inversión (LMVSI) reconoció por primera vez la representación de valores negociables mediante tecnología DLT como una forma legal válida (junto a los títulos físicos y las anotaciones en cuenta). Pero acto seguido estableció que para dichos valores debe existir una “Entidad Responsable de la Inscripción y Registro” (ERIR). ¿Qué significa esto? Que aunque el token de una acción o bono circule en una red distribuida, debe haber un intermediario oficialmente designado que administre ese registro.


La propia CNMV lo explica de forma muy clara: la tecnología DLT por sí sola asegura inmutabilidad y trazabilidad, y no haría falta un tercero de confianza apuntando cada operación en un libro, pero aún así, la ley exige nombrar una entidad que supervise y valide el registro. Esa entidad (que típicamente será una sociedad de valores, banco custodio o CSD autorizado) es la garante final de la fidelidad del registro de tokens, equivalente al rol que Iberclear u otros agentes de registro juegan con las acciones tradicionales.


No cualquiera puede ser ese guardián. Para emitir tokens de valores en España necesitas o bien ser tú mismo una entidad financiera autorizada que pueda actuar de ERIR, o asociarte con una. Esto eleva considerablemente la barrera de entrada para startups cripto nativas.


Un proyecto que quiera tokenizar participaciones de empresas o inmuebles no puede simplemente desplegar un contrato en Ethereum y empezar a vender tokens; debe cumplir con toda la liturgia financiera: folleto (si oferta pública), entidad emisora registrada, ERIR que gestione la blockchain, etc.

Al final del día, el inversor minorista tendrá la misma comodidad/legalidad que comprar un valor tradicional – su tenencia aparecerá en un registro validado por CNMV – pero esa comodidad se logra sacrificando la desintermediación. Un comentarista lo resumió mordazmente: “Hemos digitalizado los valores, sí, pero hemos digitalizado también al notario, al custodio y al regulador para que ninguno pierda su silla”.


Desde el punto de vista técnico-legal, esta custodia institucionalizada resuelve muchos dolores de cabeza. Por ejemplo, la “finalidad” o finality de las transacciones: en redes públicas como Ethereum la liquidación puede ser probabilística (hay que esperar confirmaciones) y reversible en caso de forks. En cambio, en las plataformas privadas de los bancos, una vez el nodo central dice “liquidado”, asunto zanjado. Así logran certeza legal inmediata.


Asimismo, si mañana quiebra una plataforma DLT o un custodio, el marco prevé mecanismos de traspaso de los tokens a otro registro o su conversión a valores tradicionales, evitando vacíos jurídicos. Todo esto suena muy bien para la seguridad del mercado… pero deja un sabor agridulce: no era esto lo que hacía vibrar a los entusiastas de blockchain. No soñaban con blockchains administradas por los mismos bancos de siempre, sino con abolir la necesidad de confiar en ellos.


IOSCO en su informe reconoce este doble filo. Por un lado, tokenizar podría hacer innecesarios ciertos intermediarios (un registro distribuido podría eliminar la figura del registrador central, en teoría). Pero la realidad regulatoria es que esos intermediarios siguen “persistiendo” por exigencia legal o práctica. Las funciones cambian de forma pero no de fondo. El custodio quizá ahora gestione claves privadas en vez de cajas de seguridad, y el CSD ahora opera una DLT privada en vez de una base de datos Oracle, pero siguen ahí. Los grandes bancos han logrado que el avance tecnológico no los desaloje, sino que los recicle en nuevos papeles. La desintermediación, por ahora, queda archivada en el cajón de las utopías.


La muralla regulatoria: MiCA, LMVSI y el perímetro de lo “permitido”

Además de la iniciativa privada de los bancos, hay otro factor decisivo en esta “institucionalización” de la tokenización: el muro regulatorio. Europa ha decidido que la innovación financiera es bienvenida, pero dentro de un perímetro controlado. Dos piezas legislativas recientes lo dejan claro: el Reglamento MiCA (Markets in Crypto-Assets) a nivel europeo, y en España la citada LMVSI 2023 con su desarrollo reglamentario. Ambas crean un marco donde los criptoactivos y tokens pueden prosperar, pero solo si cumplen reglas equiparables a las de las finanzas tradicionales. Es el principio de analogía en acción.


MiCA, aprobado en 2023, armoniza por primera vez en la UE la emisión de criptoactivos que no son valores tradicionales (piense en stablecoins, utility tokens, etc.). Exige que los emisores de tokens cumplan requisitos de solvencia, gobierno corporativo y publiquen libros blancos regulados, y que las plataformas de trading de criptoactivos se autoricen como CASPs (Crypto Asset Service Providers) bajo supervisión. ¿A quién le suena todo esto? A los bancos, por supuesto. MiCA básicamente traslada el modelo bancario/financiero a las empresas cripto: licencias, capital mínimo, segregación de activos de clientes, controles antilavado... Es un duro golpe a la cultura startup de “move fast and break things”. Bajo MiCA, moverte rápido y romper cosas puede significar romper la ley y quedar fuera del negocio. El pequeño desarrollador con un proyecto innovador, si requiere emitir un token, tendrá que pensárselo dos veces o asociarse a una entidad ya regulada. Esta filtro regulatorio natural favorece, de nuevo, a quienes ya están dentro del sistema.


Ahora bien, MiCA deja fuera de su ámbito a los “criptoactivos que sean instrumentos financieros” (acciones tokenizadas, bonos tokenizados, fondos tokenizados). Esos caen bajo la regulación tradicional de valores (MiFID II, regulaciones nacionales) más nuevas normas específicas como el Régimen Piloto DLT de la UE.


El Régimen Piloto (en vigor desde marzo de 2023) es especialmente relevante: permite a las infraestructuras de mercado (bolsas, CSDs) experimentar con blockchain para negociar y liquidar valores tokenizados, recibiendo exenciones temporales de ciertas normas. Pero, importante, solo pueden participar entidades ya autorizadas como mercados o depositarios centrales.


De nuevo, la startup guerrera no puede montar un mercado de valores en DLT sin más; necesita ser un BME, un Deutsche Börse, un Euroclear... o colaborar con ellos. De hecho, tras un año del piloto, solo tres entidades habían obtenido licencias DLT en Europa: el CSD de Praga, y dos iniciativas en Alemania (360X AG y 21X AG) respaldadas por grandes instituciones. 21X, por ejemplo, es un consorcio con base en Frankfurt que en 2024 consiguió licencia para operar un sistema de trading y liquidación en blockchain, planeando lanzarlo sobre una red permisionless pero bajo el escrutinio de BaFin. Es una excepción llamativa (usan blockchain pública con permiso) pero confirma la regla: hace falta un permiso del regulador para cada pieza. Y esos permisos solo los obtienen quienes pasan por un costoso proceso que una entidad novel difícilmente supera sin patrocinio.


En España, la CNMV ha sido proactiva estableciendo ese perímetro de legalidad. Ya mencionamos la creación de la figura de la ERIR para registros DLT. En noviembre de 2024, CNMV aprobó a Ursus-3 Capital (una agencia de valores madrileña) como la primera ERIR del país, y empezó a inscribir las primeras emisiones tokenizadas en su registro oficial.


Este hito consolidó la seguridad jurídica de las operaciones: por fin los tokens de acciones o bonos emitidos aquí tienen reconocimiento registral, trazabilidad y protección de inversores equivalente a valores clásicos. Pero, de nuevo, la otra cara es que todo pasa por el filtro de CNMV. Si mañana una empresa tech quisiera tokenizar participaciones inmobiliarias sin acogerse a la ley, sus tokens serían papel mojado legalmente, o peor, podrían suponer una emisión ilegal de valores. El “nuevo muro institucional” separa claramente lo que está permitido – tokenización con ERIR, con folleto aprobado, con custodios reconocidos – de lo proscrito – tokenización silvestre, cripto-nativa, fuera del radar del supervisor. En la práctica, esto crea un duopolio: por un lado, la tokenización mainstream bendecida por reguladores (donde juegan bancos, gestoras y mercados); por otro, un mercado cripto paralelo cada vez más acotado o relegado al underground.


La CNMV y otros reguladores no ocultan sus motivos: protección del inversor, estabilidad financiera y confianza. Argumentan que sin estas murallas, la tokenización sería tierra de nadie, propensa a fraudes, volatilidad descontrolada y riesgos sistémicos. Y puede que tengan razón en parte – la historia de ciertos criptoactivos anárquicos da munición para ese miedo. Pero el resultado es innegable: las reglas de juego favorecen al que ya tiene licencia y capital.


El outsider debe domesticar su proyecto para hacerlo aceptable. Por ejemplo, proyectos españoles como Token City o Brickken han pivotado para encajar en la normativa: Token City colabora con Ursus-3 (ERIR) y Onyze (custodio) para tokenizar empresas con todos los permisos.

La plataforma inmobiliaria OpenBrick entró al sandbox de la CNMV para lanzar emisiones bajo la normativa de crowdfunding europeo (ECSP) con socios financieros tradicionales.


Incluso startups DeFi puras que operan en la UE están montando estructuras legales complejas o buscando refugios regulatorios para no chocar con MiCA.


Narrativa transformada

Todo este proceso ha transformado profundamente la narrativa en torno al blockchain financiero. Donde antes se hablaba de democratización, empoderamiento del individuo y ruptura del orden establecido, ahora el discurso dominante enfatiza eficiencia, resiliencia, cumplimiento normativo y nuevas oportunidades dentro del marco existente. Es un cambio sutil pero poderoso: la tecnología es la misma, pero el relato ya no es “vamos a destronar a Wall Street”, sino “Wall Street 2.0 viene en blockchain”.


Los grandes bancos y fondos han sabido apropiarse de la retórica a su favor. Hablan de “tokenización para mejorar la liquidez y la inclusión financiera”, de “democratizar el acceso a activos” – pero se refieren a permitir quizá que más gente compre bonos tokenizados de un fondo Blue Chip, no a abrir la puerta a emisores descentralizados anónimos.


Por ejemplo, BlackRock promociona su fondo BUIDL diciendo que permite a clientes institucionales obtener rendimientos de forma más rápida y con operaciones 24/7, y destaca cómo su éxito “ha validado la viabilidad de los valores tokenizados para grandes instituciones”.


Larry Fink, CEO de BlackRock, proclama que “todo activo puede tokenizarse” y vislumbra cambios revolucionarios en los mercados, pero en su visión esos activos tokenizados siguen bajo custodia tradicional y marcos regulatorios, solo que moviéndose en red blockchain. Es un entusiasmo domesticado: la revolución se convierte en evolución controlada.


Del lado regulador pasa algo parecido. CNMV y otros órganos publican con orgullo comunicados sobre cómo España lidera la vanguardia en regulación de activos tokenizados, cómo el marco permite “democratizar el acceso al ladrillo” de forma segura, o cómo se combinan innovación y protección. Todo cierto en parte – el pequeño inversor quizá podrá comprar 100€ en un bono tokenizado inmobiliario, algo antes impensable – pero bajo un entorno completamente tutelado.


¿Y qué hay de la filosofía original? Para los puristas, este escenario equivale a una traición a los principios cripto. Adiós pseudoanonimato, adiós acceso global sin barreras, adiós soberanía individual total. La blockchain institucional no empodera al usuario final más de lo que ya lo hacía el sistema bancario – quizá le da transacciones más rápidas o mercados más líquidos, pero no le entrega el control. Aún así, sería injusto no reconocer ciertos logros: gracias a esta integración regulada, la tokenización está alcanzando escalas que DeFi por sí sola difícilmente lograría en tan poco tiempo.


Ahí están los números: el fondo BUIDL roza los $3.000 millones de activos tokenizados en T-bills, Franklin Templeton superó los 300.000 inversores en su fondo on-chain, bancos europeos como KfW emitieron bonos digitales de €5.000 millones aprovechando la nueva legislación, JP Morgan Onyx procesó 1,5 trillones de dólares en su red blockchain privada...


Estas cifras habrían sido impensables sin la venia de los reguladores y la participación de instituciones grandes. En cierto modo, la colonización bancaria ha dado escala y credibilidad a la tokenización que el sector cripto, con su rechazo a las reglas, no podía alcanzar tan rápido. La pregunta es a qué precio en términos de valores originales.


Para los proyectos DeFi y startups tokenizadoras, el reto ahora es encontrar su lugar en este nuevo orden. Algunas intentan ser puentes: fintechs que llevan la tecnología de registro distribuido a los incumbentes, aceptando el juego regulatorio a cambio de oportunidades. Otras se refugian en nichos menos vigilados (quizá tokens puramente utilitarios, NFTs, etc., que no levantan tantas alarmas). Y otras pocas optan por la confrontación indirecta: seguir desarrollando protocolos abiertos con la esperanza de que con el tiempo la regulación se adapte a ellos (por ejemplo, protocolos DeFi que integran tokens regulados sin permiso formal, tratando de mantenerse gray market).


No obstante, en Europa la postura del supervisor es firme: “misma actividad, mismos riesgos, mismas normas”. El sandbox español ha dejado claro que incluso para probar “trading descentralizado” hay que someterlo a control. Es decir, no esperemos que dejen un resquicio para un Uniswap de acciones tokenizadas sin licencia, por ejemplo. Ese barco no zarpará en aguas europeas sin un capitán autorizado.

 

Casos emblemáticos

Para aterrizar estas tendencias, repasemos algunos casos ilustrativos donde bancos y grandes entidades ya dominan el terreno de la tokenización, trazando un nuevo estándar:

  • UBS y SIX Digital Exchange (SDX): En 2022, el banco suizo UBS lanzó el primer bono digital nativo emitido por una entidad global, un bono senior de 375 millones de francos suizos a 3 años. Este instrumento se emitió y liquidó en SDX, la plataforma DLT permisionada de la Bolsa Suiza, y se listó tanto en SDX como en la bolsa tradicional. ¿Innovación? Sí, pero bajo licencia total: SDX opera con autorización como mercado y depositario central en Suiza, y UBS actuó como emisor y custodio. El bono, dividido en dos partes (una digital en SDX y otra convencional en SIX), demostró la capacidad de la nueva infraestructura de convivir con la vieja.

    En la práctica, los inversionistas compraron “lo de siempre” – un bono UBS – sin ni enterarse de que parte estaba en blockchain. La tecnología funcionó, pero en ningún momento peligró el control de los bancos sobre la emisión y la custodia. (Suiza no es UE, pero sirve de espejo temprano de lo que la UE está adoptando).

  • Euroclear y el bono del AIIB: Ya mencionado, Euroclear – arteria central de los mercados europeos – estrenó en 2024 su plataforma D-FMI con un bono digital del Banco Asiático de Inversión en Infraestructuras por $300M, ampliado luego a $500M. Esta fue la primera emisión 100% digital en dólares en Euroclear. Los tokens del bono se registraron en la DLT privada de Euroclear, mientras los inversores podían negociarlos sabiendo que figuraban en el registro legal de Euroclear (Belgica). Citi actuó como agente pagador y Luxembourg Stock Exchange lo listó, mostrando la integración total con el ecosistema financiero convencional.

    El logro se celebró como “vanguardia tecnológica”, pero de nuevo no hubo criptoanarquía alguna: los smart contracts fueron escritos a medida, y solo participantes reconocidos tocaron el sistema. Euroclear insinuó que este modelo reduce intermediarios en ciertas fases (por ejemplo, el registro simultáneo en varios libros), pero irónicamente, Euroclear se reafirmó a sí misma como intermediario indispensable en la era blockchain.

  • Franklin Templeton – Fondo Franklin OnChain (BENJI): Franklin Templeton, gigante de fondos, fue pionero al tokenizar un fondo del mercado monetario estadounidense. El BENJI token representa participaciones en un fondo de Tesoro USA, ofreciendo a inversores minoristas la posibilidad de comprar y vender esas participaciones en forma de token 24/7. Su arquitectura híbrida combina un registro off-chain (datos privados del inversor) con registro on-chain (movimientos de tokens).

    La clave: el registro on-chain se reconoce como parte del registro principal del fondo – un movimiento valiente ante la SEC. Sin embargo, el transfer agent (Franklin) mantiene potestad absoluta: puede congelar, rectificar o reemitir tokens si es necesario. Al ser un fondo regulado está abierto al público, pero las carteras digitales deben ser autorizadas. Franklin demostró que es posible unir compliance y blockchain, pero a costa de domesticar totalmente la experiencia cripto. A día de hoy, el fondo ha funcionado sin sobresaltos, atrayendo a entusiastas de blockchain que buscan un activo tradicional tokenizado. Eso sí, estos inversores no pueden enviarse los BENJI tokens alegremente a cualquier amigo; solo a wallets verificadas.

  • BlackRock – BUIDL: El caso más sonado de 2024. BlackRock lanzó su USD Institutional Digital Liquidity Fund, apodado BUIDL, convirtiéndose rápidamente en el fondo tokenizado de mayor tamaño del mundo con $2.900 millones en activos.

    Invierte en T-Bills y efectivo, básicamente un fondo monetario tokenizado cuyo token vale siempre $1.00. BUIDL se emitió inicialmente en Ethereum, pero BlackRock adoptó una estrategia multi-cadena: hoy opera en siete blockchains (Ethereum, Polygon, Solana, etc.) para aprovechar distintas ventajas de cada red. Esto podría sugerir apertura, pero en realidad los tokens se mueven por puentes vigilados (Wormhole) y mantienen las mismas restricciones KYC en todas las redes. Detrás de BUIDL está la maquinaria de TradFi: Securitize gestiona emisión y cumplimiento, BNY Mellon custodia activos tradicionales, Anchorage y otros custodian las claves digitales.


El éxito ha sido rotundo – el fondo creció un 576% en un año– y ha llegado a integrarse con el ecosistema cripto: por ejemplo, se acepta como colateral en grandes exchanges y hasta respalda en un 90% una stablecoin descentralizada (USDtb de Ethena Labs).


Esto último es fascinante: un producto de BlackRock sustentando una stablecoin DeFi. Es la fusión de ambos mundos, pero nuevamente, BlackRock tiene el poder de apagar el grifo (si algo va mal, puede congelar redenciones vía Securitize, etc.). BUIDL ha dado argumentos a reguladores para que la tokenización es viable de forma segura, y Larry Fink se ha erigido en evangelizador del concepto. Un gigante de Wall Street liderando la “revolución” token... ironías de la historia.

  • JP Morgan – Onyx / Kinexys: No podía faltar. JP Morgan fue quizás el primero de los grandes bancos en tomarse en serio blockchain, y su plataforma Onyx (renombrada Kinexys en 2024) es la prueba de que las finanzas de alto nivel ya usan DLT en producción. Onyx comenzó con la creación de JPM Coin (un depósito tokenizado para pagos internos) y luego amplió a una red interbancaria para liquidar repos intradía y otros activos tokenizados.

    Los números asombran: desde su lanzamiento, Onyx ha procesado más de $1,5 billones (trillion) en transacciones – unos $2.000 millones diarios de media – incluidos algunos de los mayores repos de la historia en una blockchain. JP Morgan esencialmente replicó su negocio de pagos y liquidación en una infraestructura DLT propietaria basada en Ethereum Quorum (privada). En 2024 la rebautizó a Kinexys e integró pagos con FX, logrando liquidar divisas (USD/EUR inicialmente) casi en tiempo real en la cadena.


Por supuesto, solo bancos y grandes corporaciones participan; es un club privado con la insignia de JP Morgan. Pero demuestra el principio: si la tokenización iba a eliminar la banca, JP Morgan decidió tokenizarse a sí mismo antes. Ahora ofrece a clientes servicios más rápidos y eficientes vía blockchain, manteniendo el control de la red.


Este movimiento subraya que los bancos están adaptando la tecnología para reforzar su dominio en lugar de cederlo. Y hasta ahora, les está funcionando – Kinexys ya es crucial en ciertos mercados (pagos 24/7, colateral inteligente, etc.). La promesa de DeFi de hacer innecesarios a los megabancos queda en entredicho cuando un megabanco adopta DeFi internamente y sus clientes ni sienten la diferencia salvo para bien.


Otros casos en la UE

Sería imposible cubrir todo, pero vale mencionar que prácticamente cada gran institución financiera europea está incursionando en tokenización bajo su control. Societe Generale emitió bonos en Ethereum bajo su filial Forge, pero con smart contracts que ella misma podía pausar y con compradores institucionales únicamente. Deutsche Börse invirtió en plataformas como 360X para tokenizar arte y deuda con licencia BaFin. BME (Bolsa Española) se alió con la startup OpenBrick (respaldada por Grupo Lar y Renta 4) para desarrollar una plataforma de valores inmobiliarios tokenizados – BME aportando la parte regulatoria y de infraestructura, la startup la tecnología blockchain. Incluso bancos medianos: Renta 4 probó en el sandbox préstamos participativos tokenizados; Prosegur (empresa de seguridad) lanzó una agencia de valores 100% tokenizada llamada Minos.


Y no olvidemos emisores soberanos: el Banco Europeo de Inversiones (EIB) fue pionero con un bono digital en Ethereum en 2021 (liderado por Goldman Sachs), y más recientemente el gobierno de Hong Kong y el alemán KfW han sacado bonos DLT multimillonarios.

 

Un nuevo paradigma y el camino para las startups

¿Es todo esto bueno o malo? Como suele ocurrir, depende del cristal con que se mire. Lo que está claro es que blockchain no destruyó el orden financiero en Europa; lo está transformando desde dentro. Los grandes bancos y mercados han logrado colonizar la tokenización y hacerla suya, creando un paradigma híbrido: la tecnología es revolucionaria, pero su implementación es cuidadosamente controlada. En cierto modo, es un triunfo del sistema: absorbió el golpe disruptivo y lo convirtió en un motor de mejora propia. Tenemos ahora mercados potencialmente más eficientes, operando 24/7, con menos fricción en algunos procesos y con alcance global… pero todavía regidos por las mismas leyes y los mismos actores predominantes.


Para los entusiastas cripto de primera hora, esto puede saber a derrota o cooptación. La utopía de la desintermediación total está a años luz cuando vemos que hasta para usar un monedero digital hay que pedir permiso al banco custodio. Sin embargo, también hay un lado positivo: la adopción masiva probablemente vendrá de la mano de esta institucionalización. Inversores minoristas europeos podrán acceder a activos tokenizados con la tranquilidad de un marco legal, y no tendrán que preocuparse de wallets complicadas o estafas en la sombra. La tokenización mainstream podría democratizar ciertas inversiones (por ejemplo, permitiendo comprar por €100 una fracción tokenizada de un bono del BEI, cosa impensable antes) con costes reducidos y liquidez mejorada, siempre que pasen por la puerta del banco/emisor autorizado. Es un avance, aunque dista del ideal libertario original.


Para las startups y proyectos que quieran tokenizar cumpliendo la normativa CNMV/MiCA/LMVSI, el mensaje de este artículo es doble. Primero: no es imposible, pero exige jugar con las reglas. Hay que armarse de rigor legal y técnico. Significa obtener asesoría, quizás licencias, asociarse con entidades financieras o usar las figuras novedosas (ERIRs, sandbox, proveedores de servicios cripto regulados) que existen. La buena noticia es que España, por ejemplo, ya cuenta con el marco para hacerlo legalmente.


Si tu proyecto quiere tokenizar acciones de una empresa, puedes acudir a la CNMV, plantear la emisión DLT con un ERIR y un folleto simplificado si aplica, y hacerlo realidad con respaldo jurídico. Las puertas reguladas están abiertas para innovar, siempre que traigas tu pasaporte en regla.

Y con iniciativas como el sandbox o el piloto DLT, los reguladores están dispuestos a escuchar y adaptar – prueba de ello es cómo han afinado detalles para que la tecnología que propongan las startups encaje sin “romper” el marco de protección. Aprovecha ese cauce: es mejor construir dentro del perímetro y ayudar a empujarlo, que quedarse fuera chocando contra el muro.


Segundo: no pierdas de vista la visión a largo plazo. Puede que hoy la tokenización en Europa tenga este cariz institucional fuerte, pero la tecnología sigue avanzando y las oportunidades surgirán. Quizá mañana, una vez asentada la confianza, veamos aperturas graduales – por ejemplo, marketplaces DLT donde inversores particulares operen peer-to-peer con ciertos límites, o tokens regulados interoperando entre distintas redes comerciales. Las startups pueden desempeñar un rol clave presionando para más apertura e interoperabilidad. Cada proyecto exitoso que demuestre seguridad y eficiencia podría convencer a autoridades de relajar algún requisito. En definitiva, la innovación regulada también puede empujar los límites desde dentro. El llamado a la acción es: sé parte del cambio, aunque sea con corbata y casco reglamentario. Si tienes una idea para democratizar la inversión vía tokens, fórjala cumpliendo MiCA, hablando con la CNMV, usando la LMVSI a tu favor – hay resquicios para la creatividad dentro de la ley.


Europa está construyendo un nuevo paradigma financiero tokenizado que promete ser más rápido, transparente y accesible, pero que arrastra las cadenas (no de bloques, sino las tradicionales) de un control férreo por parte de instituciones y reguladores. Es un precio a pagar por la legitimidad y la escala. Tal vez no era la revolución sin amos que algunos soñaron, pero es la realidad que se impone. Y dentro de esa realidad, queda mucho por hacer y mejorar.


La colonización bancaria de la tokenización no tiene por qué asfixiar la innovación independiente; puede canalizarla. Si eres un emprendedor de blockchain en Europa, es fundamental que entiendas el nuevo muro institucional. Escálalo con conocimiento y respeto a las normas, y una vez dentro, construye productos tokenizados que cumplan las promesas de eficiencia y democratización. Queda la esperanza de que, con el tiempo, esa muralla se vuelva más permeable y la esencia cripto – la apertura e igualdad de acceso – termine infiltrándose en el corazón mismo del sistema financiero. Mientras tanto, nos toca avanzar con paso firme en este delicado equilibrio entre la innovación y el orden establecido.

 
 
 

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